martes, 2 de octubre de 2018


"Castilla", de Manuel Machado y el Cid

Vamos a comparar dos textos: la primera parte del Cantar de Gesta de Mio Cid y el poema de Manuel Machado "Castilla". En este pasaje el Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, ha sido desterrado injustamente  y pide alojamiento en Burgos, donde nadie osa a dárselo debido a las graves represalias que tendría (¡si lo hicieran el rey ordenaría arrancarles los ojos y los excomulgaría, cerrándoles las puertas al cielo!). Solo una niña inocente se atreve a dirigirse al caballero para advertirle de que, por mucho que deseen darle asilo, no pueden.   

Los versos correspondientes a este pasaje comienzan con "los ojos de mio Cid mucho llando van llorando / hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos" y terminan en "Esto lo dijo la niña y se volvió hacia su casa. Bien claro ha visto Ruy Díaz que del rey no espere gracia". 

Después de leer y comprender este texto, comparadlo con el poema "Castilla". Manuel Machado relata ese mismo pasaje pero añadiendo su lectura del cantar: 
Castilla
El ciego sol se estrella

en las duras aristas de las armas;

llaga la luz los petos y espaldares

y flamea en las puntas de las lanzas.


El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

el destierro, con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.


Cerrado está el mesón a piedra y lodo...

Nadie responde. Al pomo de la espada

y al cuento de las picas el postigo

va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!


A los terribles golpes,

de eco ronco, una voz pura, de plata

y de cristal responde... Hay una niña


muy débil y muy blanca

en el umbral. Es toda

ojos azules, y en los ojos lágrimas.


Oro pálido nimba

su carita curiosa y asustada.

-          “Buen Cid, pasad...! El rey nos dará muerte,

arruinará la casa,


y sembrará de sal el pobre campo

que mi padre trabaja...

Idos. El cielo os colme de venturas...

¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!”


Calla la niña y llora sin gemido...

Un sollozo infantil cruza la escuadra

de feroces guerreros,

y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”


El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.


(Manuel Machado)

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