Afrenta de Corpes (fragmento)
En este último cantar de El Cid asistimos al maltrato y abandono de doña Elvira y doña Sol por parte de sus maridos, que las atan y golpean en acto de venganza contra su padre. La mujer en el cantar tiene un papel más que secundario, apenas tiene voz salvo para dirigirse a otros hombres. Leedlo atentamente y fijaos en la actitud de las jóvenes. Después, compárala con una situación actual:
LA VENGANZA DE LOS INFANTES DE CARRIÓN
Ya salían de Valencia los infantes de Carrión;
Caminan de día y noche sin reposar nunca, no.
En el robledal de Corpes entraron al fin los dos.
Las ramas tocan las nubes, los montes muy altos son,
Y muchas bestias feroces rondaban alrededor.
Allí ordenaron clavar las tiendas los de Carrión.
En brazos de sus mujeres les demostraron su amor,
Pero ¡qué mal lo cumplieron a la salida del sol!
Mandan que todos avancen fuese mujer o varón,
Y que se queden con ellos doña Elvira y doña Sol,
Pues con sus esposas quieren recrearse a su sabor.
Todos los demás se han ido, y solo cuatro, ¡por Dios!
¡Cuánto mal imaginaron los infantes de Carrión!
A un árbol ya estáis atadas, hijas del Campeador,
Y los traidores infantes os hablan sin compasión:
“Bien podéis creerlo ahora doña Elvira y doña Sol,
Aquí seréis ultrajadas, en este triste rincón,
Y después os dejaremos agraviadas a las dos.
No tendréis parte ninguna en las tierras de Carrión.
Estas noticias irán hasta el Cid Campeador
Y quedaremos vengados por la ofensa del león”
A las dos van quitando el manto y el pellizón
Solo camisas de seda sobre sus cuerpos quedó.
Tienen calzadas espuelas los traidores de Carrión;
En sus manos llevan cinchas, que fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las damas les habla así doña Sol:
“Oh, don Diego y don Fernando, os lo rogamos, por Dios,
Ya que tenéis dos espadas, la Colada y la Tizón,
Cortadnos nuestras cabezas, dadnos martirio a las dos.
Los moros y los cristianos juntos dirán la razón
De que esto que nos hacéis no lo merecemos, no”.
Lo que pedían las damas de nada allí les sirvió,
Y empiezan a golpearlas los infantes de Carrión.
Con las cinchas corredizas azotan sin compasión,
Con las espuelas agudas les causan un gran dolor,
Rompiéndoles las camisas y las carnes a las dos.
Limpia salía la sangre que a aquella tierra tiñó,
Bien que la sentían ellas dentro de su corazón.
¡Qué gran ventura sería, si quisiera el Creador,
Que apareciese de pronto Mio Cid Campeador!
Tanto allí las azotaron que desfallecidas son,
Con sus camisas manchadas por la sangre que cayó.
Cansados están de herirlas los infantes de Carrión,
Esforzándose por ver quién golpeaba mejor.
Ya no podían ni hablar doña Elvira y doña Sol.
En el robledal de Corpes por muertas quedan las dos,
Y alabándose se van los
infantes de Carrión,
Que de este modo han vengado la deshonra del león.
(Adaptación de José María Plaza, editorial Espasa)
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