miércoles, 10 de octubre de 2018

Afrenta de Corpes

Afrenta de Corpes (fragmento)


En este último cantar de El Cid asistimos al maltrato y abandono de doña Elvira y doña Sol por parte de sus maridos, que las atan y golpean en acto de venganza contra su padre. La mujer en el cantar tiene un papel más que secundario, apenas tiene voz salvo para dirigirse a otros hombres. Leedlo atentamente y fijaos en la actitud de las jóvenes. Después, compárala con una situación actual:


LA VENGANZA DE LOS INFANTES DE CARRIÓN 

Ya salían de Valencia     los infantes de Carrión;
Caminan de día y noche         sin reposar nunca, no.
En el robledal de Corpes        entraron al fin los dos.
Las ramas tocan las nubes,     los montes muy altos son,
Y muchas bestias feroces       rondaban alrededor.
Allí ordenaron clavar       las tiendas los de Carrión.
En brazos de sus mujeres        les demostraron su amor,
Pero ¡qué mal lo cumplieron      a la salida del sol!
Mandan que todos avancen       fuese mujer o varón,
Y que se queden con ellos          doña Elvira y doña Sol,
Pues con sus esposas quieren    recrearse a su sabor.
Todos los demás se han ido,      y solo cuatro, ¡por Dios!
¡Cuánto mal imaginaron          los infantes de Carrión!

A un árbol ya estáis atadas,        hijas del Campeador,
Y los traidores infantes     os hablan sin compasión:
“Bien podéis creerlo ahora       doña Elvira y doña Sol,
Aquí seréis ultrajadas,   en este triste rincón,
Y después os dejaremos         agraviadas a las dos.
No tendréis parte ninguna          en las tierras de Carrión.
Estas noticias irán          hasta el Cid Campeador
Y quedaremos vengados          por la ofensa del león”

A las dos van quitando         el manto y el pellizón
Solo camisas de seda     sobre sus cuerpos quedó.
Tienen calzadas espuelas         los traidores de Carrión;
En sus manos llevan cinchas,     que fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las damas   les habla así doña Sol:
“Oh, don Diego y don Fernando,         os lo rogamos, por Dios,
Ya que tenéis dos espadas,        la Colada y la Tizón,
Cortadnos nuestras cabezas,     dadnos martirio a las dos.
Los moros y los cristianos           juntos dirán la razón
De que esto que nos hacéis        no lo merecemos, no”.

Lo que pedían las damas          de nada allí les sirvió,
Y empiezan a golpearlas          los infantes de Carrión.
Con las cinchas corredizas       azotan sin compasión,
Con las espuelas agudas          les causan un gran dolor,
Rompiéndoles las camisas       y las carnes a las dos.
Limpia salía la sangre             que a aquella tierra tiñó,
Bien que la sentían ellas          dentro de su corazón.
¡Qué gran ventura sería,          si quisiera el Creador,
Que apareciese de pronto        Mio Cid Campeador!

Tanto allí las azotaron   que desfallecidas son,
Con sus camisas manchadas      por la sangre que cayó.
Cansados están de herirlas        los infantes de Carrión,
Esforzándose por ver                quién golpeaba mejor.
Ya no podían ni hablar      doña Elvira y doña Sol.
En el robledal de Corpes           por muertas quedan las dos,
Y alabándose se van       los infantes de Carrión,
Que de este modo han vengado           la deshonra del león. 

 
                                                    (Adaptación de José María Plaza, editorial Espasa)

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